lunes, 19 de abril de 2010

-/-Forget-/-

En sueños se abrieron los cielos: Negro y aterciopelado firmamento. Mis ojos quedaron cegados por las luces que rasgaban el manto de la noche. Miles y miles de estrellas en todas sus formas y tamaños brillaban ante mí; y en la cumbre del mundo, la pálida luna brillaba plena con un halo resplandeciente. En su faz se dibujaba la silueta del rey de oro.
Sin embargo, estaba sola.
Grité muchas veces tu nombre: seis letras que encierran divina justicia; y el eco de tu voz   me llegaba desde lejos.                                                                       
¿Dónde estás, rey de los planetas? ¿Dónde estás, señor de las estrellas? Que esta noche no sea el de Orión el cinturón que proteja mi cintura. Que sea tu amante brazo que me rodee protector y que sean las estrellas de tus ojos y no las joyas del cielo las que hagan brillar mi rostro. Que mi sol no sea otro más que el de tu alma y que la media luna en tu sonrisa se encargue de iluminar mis noches desde hoy hasta siempre. 

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